Muerte

Jorge María Ruscalleda

Pluma veloz, la carne se desprende
en el aire atrapado del misterio.
Viento que se eterniza en cementerio
donde calla el silencio que se entiende.

Ancla que en la ceniza se sorprende
en la llama escapada del criterio.
Veta de luz dormida en el salterio
del sonido de luces que se enciende.

En la hora fugaz de la jornada,
no hay minuto final para el receso,
no hay oportunidad de retirada.

En esta encrucijada del exceso,
en que la vida es simplemente nada,
la muerte es una cuna sin regreso.

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